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En noviembre pasado, en calidad de secretario, acompañé al Custodio de Tierra Santa en la visita canónica a nuestro convento en Washington. En esa ocasión, salió a la luz un aspecto del cual no sospechaba su existencia. Como miembro de la Comisión Custodial de Justicia, Paz e Integridad de la Creación, me encantó descubrir una gema ecológica oculta.

A lo largo de los siglos, las órdenes religiosas fueron maestras y pioneras en el cultivo de jardines y plantas para uso medicinal. Además, eran conocidas por ser expertas en el arte de la apicultura para la producción de miel y cera para las velas. Como señala el padre Greg Friedman en su artículo publicado en la revista Holy Land, no sorprende que los frailes de Washington en 1897 hayan comprado la tierra y la pequeña granja de Washington DC, comenzando a cultivar verduras y frutas de todo tipo.

            El convento franciscano de la calle Quincy es bien conocido, no solo por las hermosas réplicas de los lugares santos que contiene, sino también por la disponibilidad diaria de los frailes para administrar el sacramento de la confesión a los fieles.

            Sin embargo, pocos saben que la agricultura urbana se desarrolló en el Convento durante muchas décadas antes de que se pusiera tan de moda como hoy. El Padre David Wathen, quien ingresó al Convento en la década de los 80, recuerda que el cultivo agrícola de la comunidad estaba en declive. Había cada vez menos frailes que hicieran este tipo de trabajo. En 1970, el invernadero, una vez productivo, casi no se utilizaba y el sistema de calefacción estaba desconectado. El almacén de la granja, conocido como la “bodega de semillas”, tan grande como para albergar un caballo y un carruaje, estaba cubierto de plantas y escombros, tanto que desapareció por completo de la vista y, probablemente, de la memoria.

            Afortunadamente, no todo se había perdido. Se fundó una pequeña asociación de trabajadores voluntarios y jardineros que, al interno del convento franciscano, comenzó con gran entusiasmo la restauración de la que una vez fue una productiva granja agrícola. El responsable, el señor Lou Manolis, afirma que encontró el invernadero en ruinas, el cual ocupaba un área de 120 por 30 pies (aproximadamente 330 m2). En consecuencia, iniciaron las reparaciones a manos de algunos voluntarios disponibles. Del mismo modo, la comunidad Amish contribuyó con la producción de marcos de madera. 

            Además, se crearon dos zonas de condensación de temperatura. La primera de ellas con el fin de facilitar el crecimiento de los vegetales para ser plantados; la segunda, en cambio, para cultivar y mantener algunas plantas tropicales preservadas al interior y alrededor del Convento durante el verano. Las palmeras y los plátanos para el jardín fueron traídos por los franciscanos de Egipto.

            Cabe destacar que desde el 2014 este proyecto agrícola ha producido cerca de 10,000 kilos de vegetales. ¡Equivalente a 10 toneladas!

            Actualmente, los productos se utilizan en la cocina del Convento y también alimentan a los pobres de varias casas religiosas de la zona. El proyecto ha estimulado el interés ecológico de jóvenes y adultos. Hoy en día muchos grupos de escuelas visitan la granja franciscana, lo cual es una señal muy positiva para el futuro.

            Otro aspecto de este maravilloso milagro agrícola-urbano está representado por las 32 colmenas que crecen en los jardines del Convento y producen 128 libras (casi 60 kg) de miel. El interés en la apicultura ha causado tanto clamor y atención que los frailes del Convento han abierto una pequeña escuela para enseñar el arte de criar abejas.

            Ciertamente, el equipo de jardinería aún tiene mucho trabajo por hacer, puesto que hay planes para repoblar el huerto del convento y mejorar el cuidado de las ocho hectáreas de césped que se encuentran alrededor.

            Este informe es realmente inspirador puesto que nos muestra la amplia gama de cosas que se pueden hacer por la ecología, incluso dentro de una gran ciudad como Washington DC. Me atrevería a decir que estos generosos voluntarios tienen mucho que enseñar a muchos.

¡Continúen muchachos, muy bien!

Fr. John Luke Gregory, ofm
Comisión de JPIC Custodia de Tierra Santa