La Spezia es una ciudad italiana ubicada entre Pisa y Génova, a cuatrocientos veinte kilómetros de Roma. Fue construida en el estrecho valle que une las montañas con el Mar de Liguria, perteneciente al Mediterráneo.
Según Fr. Almiro Modonesi, OFM, responsable del proyecto franciscano, antes de la Segunda Guerra Mundial el actual santuario tenía el nombre de San Francisco de Asís. La ciudad fue bombardeada a inicios de 1941. Lo único que quedó en pie de dicho santuario fue la imagen tallada en madera de san Antonio. Por esa razón, a partir de la reconstrucción, el santuario pasó a llamarse San Antonio de Padua. Ahí se encuentra una fraternidad de frailes franciscanos.
En este santuario y en esta ciudad, San Antonio sigue haciendo milagros de amor. La presencia franciscana atiende sacramentalmente a los fieles y también cuenta con servicios de atención a gente en situación de calle, migrantes, refugiados y pobres.
Fr. Almiro cuenta que poco antes de la pandemia del COVID-19 se remodelaron las instalaciones. La cocina y el comedor fueron renovados. Cada día se ofrece almuerzo a un promedio de cuarenta y sesenta personas, la mayor parte de ellas son migrantes y refugiados de África y América Latina. El menú bien podría parecerse al de cualquier restaurante local.
Los beneficiarios valoran y agradecen el alimento, pero sobre todo el trato fraterno y la presencia cotidiana de los frailes. Además, la estructura cuenta con baños y duchas para los comensales. El proyecto les proporciona ropa para cada estación del año, medicamentos básicos, curaciones menores, etc. Fr. Emanuele Alberio, OFM, los recibe cada día con una sonrisa llena de serenidad y paz. Asimismo, unas veinticinco familias son beneficiadas mensualmente con una despensa básica.
Junto al comedor, se ubica otro espacio acogedor llamado “Centro de escucha”. Proyecto que empezó en abril de 2017. En él los que lo desean pueden compartir su vida y dificultades con profesionales voluntarios quienes establecen una relación más profunda a partir de la escucha y la ayuda.
Todo esto es posible gracias a una asociación responsable de gestionar fondos con empresas, familias y particulares del lugar. La fiesta de San Antonio es un momento oportuno para la recolección de ayuda, la Navidad hace también lo suyo.
Fr. Gianluigi Ameglio, OFM, guardián de la fraternidad, asegura que poco a poco se dieron cuenta de lo valioso de la ayuda económica tanto para el que la da como para el que la recibe, pero que “el verdadero milagro es estar cerca de las personas que sufren”. Así nace el voluntariado de los laicos de la ciudad.
Por ejemplo, el servicio del almuerzo lo conforman alrededor de 65 voluntarios distribuidos en seis equipos, uno para cada día. Preparan los alimentos y las mesas, sirven la comida y dejan limpio el lugar. Eso les lleva alrededor de cinco horas diarias. Otros grupos se encargan de ordenar y clasificar las donaciones de ropa. Al preguntarle a una persona qué recibe de su voluntariado, respondió “lo que recibo como voluntaria es un sentido para mi vida”. La experiencia de estos años hace testimoniar a Fr. Gianluigi que cuando una persona sirve a su prójimo se encuentra con Cristo y esto genera un cambio de vida.
Fr. Piero Di Luca es capellán de la cárcel de La Spezia, cuyos internos son, en su mayoría, de otras nacionalidades. Al mismo tiempo, la pequeña huerta de la fraternidad es trabajada afanosamente por Fr. Piero y Fr Ennio Bellocchi, quien a sus ochenta y tres años continúa acompañando sacramentalmente a muchas fieles.
Fr. Gianluigi es párroco de la particular parroquia Estrella del Mar ubicada en el puerto de La Spezia. Además, funge como Director de la Oficina de Migración de la diócesis. Esto le permite acompañar pastoralmente a la población migrante de la ciudad. El grupo más numeroso y mejor organizado es el de República Dominicana que en cada enero celebra emotivamente a su patrona Nuestra Señora de la Altagracia. En definitiva, buena parte de las fuerzas de esta fraternidad franciscana están dirigidas a la atención de migrantes y refugiados presentes en La Spezia.
“Aquí hacemos sentir amada a cada persona”, asegura Fr. Gianluigi. ¿Quién es esa persona? Puede ser el que está en situación de calle, el migrante, el voluntario, el fraile, la cocinera, el del coro, etc. Es un círculo virtuoso que hace posible el milagro de acoger, proteger, promover e integrar. Los cuatro verbos promulgados por el papa Francisco.