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Como Oficina estamos eternamente agradecidos por todas las bendiciones que el Maestro ha derramado sobre nosotros a lo largo de este desafiante año, mientras exploramos todos los medios para estar al servicio de la Iglesia, de la Orden, de nuestros hermanos y de todos ustedes.

Como expresiones aceptables: los conceptos amplios y los sentimientos imprecisos no tienen nada que ver con la fraternidad que Él entrega. Una fraternidad basada en el amor genuino que nos permite encontrarnos con personas que no son como nosotros, sentir compasión por su sufrimiento, acercarnos a ellas y cuidarlas, aunque no sean miembros de nuestra comunidad, familia, grupo étnico o religión.

Independientemente de sus diferencias, siguen siendo nuestros hermanos y hermanas Lo mismo ocurre con los vínculos entre individuos y naciones: ¡todos somos hermanos y hermanas! Es aún más importante que nos identifiquemos como hermanos y hermanas en este momento de la historia, caracterizado por calamidades ecológicas y graves injusticias económicas y sociales que el brote de coronavirus ha agravado.

En Navidad, conmemoramos la entrada de la luz de Cristo en el mundo; viene para todos, no sólo para unos pocos. Hoy, en medio de la pesadilla de la pandemia, brillan varios rayos de optimismo, como el descubrimiento de las vacunas. Sin embargo, para que estas luces brillen y traigan esperanza a todos, deben estar disponibles para todos. No debemos permitir que las numerosas variedades de nacionalismo se cierren sobre sí mismas y nos impidan vivir como una verdadera familia humana. No podemos permitir que el individualismo radical nos infecte y nos ciegue ante el sufrimiento de nuestros hermanos y hermanas. No podemos ponernos en el primer lugar a nosotros mismos, permitiendo que las fuerzas comerciales y las patentes triunfen sobre la ley de la compasión y la salud de la humanidad.

Debemos hacer un llamado a todos, a la Iglesia, a los líderes gubernamentales, a las corporaciones y a las organizaciones internacionales, para priorizar la colaboración sobre la competencia y trabajar hacia una solución que beneficie a todos: vacunas y oportunidades para todos, especialmente para los más vulnerables y empobrecidos del mundo. ¡Se da prioridad a los más vulnerables y necesitados! 

Aunque Jesús nació en un establo, la Virgen María y San José le quieren mucho. Con su nacimiento físico, el Hijo de Dios consagró el amor familiar. Nuestros pensamientos se centran en nuestras comunidades y familias: los que no pueden reunirse en esta temporada y los que están confinados en sus hogares. Que la Navidad nos inspire a redescubrir la familia como cuna de la vida y de la fe, lugar de acogida y de amor, de conversación, de perdón, de solidaridad fraterna y de alegría compartida, y fuente de paz para toda la humanidad.

No podemos crear barreras ante un obstáculo insuperable. Todos estamos en el mismo barco. Cada individuo es nuestro hermano o hermana. Vemos el rostro de Dios en todosy en los que sufren, vemos al Señor pidiendo ayuda. Lo vemos en los enfermos, en los empobrecidos, en los parados, en los desfavorecidos, en los emigrantes, en los refugiados: ¡en toda Su creación!

 

¡Feliz Navidad y bendito año nuevo 2022!

 

Hno. Jaime Campos, OFM
Hno. Angelito Cortez, OFM
Oficina JPIC