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“Cuando plantamos árboles, plantamos las semillas de la paz, las semillas de la esperanza.”

(Profesora Wangari Maathai)

Toda persona se inserta en un hábitat que la acoge y le ayuda a crecer. El primero y más natural es la familia, que es parte fundamental para nuestro crecimiento y maduración, así como las personas que nos rodean. Pero también nos insertamos en ese otro hábitat o casa común que es la naturaleza, constituida principalmente por otros seres vivos. Con ellos tenemos algo en común, pero brota además frente a ellos cierta responsabilidad.

De ahí que reflexionemos no sólo sobre nuestra incidencia en la ecología y la conservación del medio ambiente, en este momento actual y para las próximas generaciones, sino también sobre la necesidad de velar por nuestro crecimiento personal integral. La persona pasa, pero nuestro entorno queda, con todos los cambios que eso pueda conllevar. Todo esto nos permite concluir que nuestra dignidad personal, basada en la riqueza de nuestro ser racional y libre, trae consigo una misión hacia uno mismo, hacia los demás y hacia la creación.

La humanidad tiene que asumir acciones, disminuir los problemas ambientales y, en especial aquel que juega una parte más importante en el calentamiento del planeta: la contaminación ambiental, que impacta sobre el aire, agua, suelo, plantas y animales. Es fundamental desarrollar y fomentar estrategias para minimizar la crisis ecológica que pone en riesgo la vida misma y la estabilidad del planeta.

Los árboles son una solución para combatir los problemas ambientales y potenciar el equilibrio ecológico del planeta. Estos ayudan a contrarrestar muchos problemas del medio ambiente como el calentamiento global, la erosión, la desertificación, la contaminación atmosférica, la deforestación, los incendios forestales, etc.

El planeta necesita urgentemente de árboles que produzcan más oxígeno para mantener una calidad ambiental y garantizar la supervivencia de todas las especies. Los árboles son los pulmones del planeta absorbiendo los gases invernadero y se convierten en ecosistemas para la diversidad biológica.

Dentro del Movimiento, el espíritu franciscano llevó a diseñar un proyecto de reforestación que se fue implementado a largo plazo para realizarlo en la localidad de Copacabana, en el departamento de La Paz-Bolivia. El propósito consiste en plantar 1500 árboles de especies andinas, aportando con fuerza a la identidad del pueblo y sus orígenes. Cada vez que se realiza una plantación dentro del marco del proyecto, es todo un acontecimiento. En las actividades han participado los hermanos franciscanos menores de la comunidad San Francisco de Copacabana, catequistas, voluntarios ecológicos, voluntarios del Movimiento JPIC La Paz, la Capitanía del puerto naval de Copacabana, etc.

Más de 1400 arboles fueron los principales protagonistas (queñuas, kiswaras, pinos radiata y pinos cipres) de nuevos cambios de mente y corazón, y más de 300 almácigos que esperan crecer para tener su espacio y aportar en el cuidado de nuestra casa común.

Como comunidad de fe, buscamos proteger la vida y la dignidad de cada persona, cuidar a los vulnerables y preservar nuestra casa común para nuestros hijos y para las generaciones futuras. Son nuevos tiempos llenos de oportunidades y responsabilidades, de constituir una diferencia a la hora de abordar los impactos que presentan estas cuestiones, particularmente sobre los menos capaces de soportar las cargas.

La motivación de plantar árboles seguirá con la planificación de futuras actividades en torno al cuidado de la creación durante todo este año. Esta motivación debe perdurar en los miembros del Movimiento, durante toda la vida. El cuidado de la casa se basa en una rica herencia de fe, tradición y enseñanza social a la cual podemos recurrir para vivir fielmente el Evangelio en nuestro propio tiempo y situación.

Movimiento Franciscano Justicia y Paz
Bolivia