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El tema de la octava Jornada Mundial de Oración y Reflexión contra la Trata de Personas es «La fuerza del cuidado – mujeres, economía, trata de personas»

La trata es una de las heridas más profundas infligidas por el sistema económico actual. Heridas que afectan a todas las dimensiones de la vida, personal y comunitaria. La pandemia ha incrementado el «business» de la trata de personas y ha exacerbado su dolor: ha fomentado las oportunidades y los mecanismos socioeconómicos que hay detrás de esta lacra y ha aumentado las situaciones de vulnerabilidad que han implicado a las personas de mayor riesgo y, de forma desproporcionada, a las mujeres y las niñas, especialmente penalizadas por el modelo económico dominante. Así, la brecha entre hombres y mujeres ha crecido.

Según el Plan Estratégico 2022-2025 de la Entidad para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU-Mujeres), aunque, antes de la llegada de la pandemia, se ha producido una mejora general de la situación de las mujeres a nivel mundial, las desigualdades siguen siendo importantes en todos los ámbitos más importantes de la vida social: salud, trabajo, educación, política. Algunos de los datos que aparecen a continuación son inequívocos:

  • La tasa de actividad laboral entre los 25 y los 54 años es del 90% para los hombres y algo menos de dos tercios para las mujeres;
  • para 2,7 millones de mujeres, existen importantes barreras legales y jurídicas, además de culturales, para la igualdad de oportunidades en el empleo.
  • la diferencia salarial global entre mujeres y hombres se estima en un 23%;
  • las mujeres realizan tres veces más trabajo doméstico y de cuidados no remunerado que los hombres;
  • Las mujeres de entre 25 y 34 años tienen un riesgo mucho mayor de caer en la pobreza que los hombres; en 2021, se prevé que las consecuencias económicas empujen a otros 47 millones de mujeres y niñas a la pobreza extrema, invirtiendo décadas de
  • en los parlamentos, las mujeres representan en término medio sólo una cuarta parte de los escaños;
  • el 30% de las mujeres jóvenes no estudian, no trabaja, no asiste a ningún curso de formación (mientras que en el caso de los hombres jóvenes es el 13%); dos tercios de los analfabetos del mundo son mujeres;
  • 245 millones de mujeres y jóvenes mayores de 15 años sufrieron violencia física y/o sexual por parte de su pareja en el último año disponible;
  • Sólo el 13% de las medidas fiscales, laborales y de protección social contra la corrupción se dirigen a la seguridad económica de las mujeres.

Según las estadísticas de las Naciones Unidas sobre la trata de personas (Informe Mundial sobre la Trata de Personas de la ONUDD de 2020) las mujeres y las niñas representan el 72% de las víctimas identificadas de la trata y el porcentaje de mujeres y niñas aumenta significativamente en el contexto de la trata con fines de explotación sexual; un mercado que representa 2/3 de los beneficios generados por la explotación.

Ante el fracaso de los modelos económicos basados en la explotación, las mujeres están llamadas a desempeñar un papel protagonista, de agentes de cambio para crear un sistema económico basado en el cuidado de las personas y de la casa común, que implique a todos. Cuidar es una forma de vida y es la forma de amar de Jesús, como nos dice la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37), recogida por el Papa Francisco en su Carta Encíclica Fratelli tutti. Cuidar para transformar la relación con la naturaleza, las relaciones sociales y económicas, basadas demasiado a menudo en la competencia agresiva, que ahoga toda forma de cooperación y respeto de la dignidad humana.

La capacitación de las mujeres no es sólo una cuestión de justicia en términos de igualdad de oportunidades, sino también de ampliación de las capacidades de los recursos humanos. Con una mayor participación de las mujeres, se pueden fomentar nuevos procesos sociales y económicos: los diferentes agentes del desarrollo abren nuevos horizontes para el propio desarrollo. Un sistema que excluye a las mujeres, y a todos los grupos sociales vulnerables, es un sistema no sólo «inequitativo», sino también «ineficiente», porque no maximiza su capacidad de promover el desarrollo humano integral.

Con la pandemia, la sociedad y las instituciones han redescubierto el valor del cuidado de las personas como pilar de la seguridad y la cohesión social, y el compromiso de cuidar la casa común para mitigar los efectos adversos del cambio climático y la degradación ambiental, que afectan especialmente a los más pobres, y eliminar sus causas.

La «fuerza» del cuidado, es la única manera de combatir la trata de personas y todas las formas de explotación.

Fuente: www.preghieracontrotratta.org

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