Cuando el episodio de la vida de Francisco se relaciona con su encuentro con el Crucifijo de San Damián y la tarea que le fue encomendada: “Ve y reconstruye mi casa que está cayendo en ruinas”, se hace referencia casi siempre, si no siempre, al hecho de que la Iglesia de esa época, al menos con respecto al poder temporal que ejercía, vivía con lujo y ciertamente no era un ejemplo de integridad y de coherencia con la Palabra que anunciaba.
Sin embargo, lo que no se menciona es el problema de la violencia, que era muy común en la Edad Media e involucraba a todos los niveles de la sociedad y, por lo tanto, también a la Iglesia. La cultura dominante celebró un estilo, el estilo de caballería, modelo que fue dirigido e imitado.
Cualquier disputa o conflicto encontró su solución no en un diálogo o acuerdo, sino en una confrontación armada que necesariamente concluyó con la victoria para un lado y la derrota y la aniquilación para el otro. La Iglesia y el Imperio fueron un ejemplo de este tipo de situación. Era casi evidente que quienquiera que tuviera la posibilidad de ir armado y aprender el uso de las armas y el código de caballería relevante debería hacerlo.
El mismo Francisco, mientras era joven, soñaba con ser un caballero y cubrirse de gloria en el campo de batalla. Su primer encuentro con la dura realidad se produjo en la batalla de “Collestrada”, que recalibró el aspecto romántico cuando se enfrentó a su experiencia concreta – en primera persona – de lucha mano a mano y encontró que era necesario matar para no morir. Su encarcelamiento debe haber sido terrible, por lo que debe haber sido un año interminable. Tuvo que reflexionar sobre el hecho de que sus amigos y compañeros habían sido asesinados mientras él, porque era rico, se salvó porque que su familia pudo pagar un rescate. Todo esto marcó a Francisco profundamente y fue el punto de partida para su conversión que tanto el encuentro con el leproso, como el episodio con el Crucifijo iluminaron con un significado nuevo y profundo.
Debía abrazar a “La Señora Pobreza” directamente como resultado de estos episodios, una pobreza entendida como la búsqueda y propuesta de un nuevo modelo de sociedad que refutara el dinero, usado por los poderosos como un medio de subyugación y poder. Asimismo, reconoció la dignidad de todas las criaturas, ya que eran partes de la creación diseñadas como una fraternidad universal.
Y si todos son hermanos y hermanas, criaturas y regalo de Dios– recuerden que escribió en su testamento: “El Señor me dio hermanos” – entonces debe ser la ley del amor y no la ley de la violencia y de las armas las que deben gobernar el mundo. Francisco, un hombre con los pies en la tierra, realizó este modelo en la fraternidad que él propuso y vivió.
Pero como dijimos, este fue un período muy violento y que vio la participación máxima de la Iglesia y el mundo católico en las Cruzadas, guerras desatadas contra los musulmanes que, con la motivación de la reconquista de los lugares santos, cubrieron otros objetivos como la expansión territorial, el dominio de los mares y el beneficio económico.
El lenguaje que se usó para motivar a las personas a adherirse a la llamada es violento y crudo, y es exactamente lo contrario a lo que Jesús propone en su Santo Evangelio y vive en su muerte en la cruz. La “Quia Maior”, bula con la que que el Papa Inocencio III convocó para la Quinta Cruzada, en la que Francisco iría a Damieta, promete la cruz de la gloria y la salvación eterna a los que van a la batalla, para matar enemigos heréticos y eternos; condenación a quienes se niegan a hacerlo. La batalla se convierte en la prueba de la fe de uno. La bula se detiene mucho en otras motivaciones similares a esta tesis, definiendo el mal en términos del enemigo y el bien en términos de los cruzados. Esta lectura y su comentario pueden valer la pena, pero no son el tema de esta reflexión.
Claramente estamos en un plano diferente en cuanto a lo que Francisco está escribiendo en el Cántico de las Criaturas. Es en este contexto que el mensaje de hermandad expresado por Francisco y su presencia en las cruzadas en Damieta, que la película “El Sultán y el Santo”, analizada desde una perspectiva “moderna”, a la luz de los rasgos psicológicos de los protagonistas, profundizando en su comprensión, mirando todos los documentos contemporáneos y no solo las vidas hagiográficas de Francisco, para descubrir un evento fundamental en su viaje de fe que fue mal interpretado durante muchos años.
Asimismo, en Damieta, en el campo de los cruzados, Francisco refutó de manera decisiva la violencia e invitó a los soldados a no luchar, mientras que, en el otro lado, el sultán Malek al-Kamil también quiso evitar el derramamiento de sangre al proponer una paz que brindaría al ejército cristiano Jerusalén y los lugares santos. Los intereses comerciales indujeron al legado papal, comandante en jefe de la expedición, a rechazar la propuesta que condujo a la derrota y la caída de Damieta y El Cairo. La derrota se vuelve aún más dramática para los cristianos cuando se encuentran varados en un pantano inundado en el que no tenían forma de defenderse y estaban abiertos al exterminio, reciben de aquellos – que la bula había descrito como “bestias, demonios y seres despreciables” – pan, agua y forraje para sus animales hasta el punto en que podrían recomenzar su viaje y retirarse.
Estas escenas del encuentro entre Francisco y Malek al-Kamil forman, el trasfondo, una reunión de fe, escucha y respeto recíproco: un modelo para nosotros para establecer contacto con otras culturas y religiones. Para subrayar cómo la escucha y el diálogo son fundamentales, todos los investigadores están de acuerdo en declarar que la fe y la espiritualidad de Francisco fueron reforzadas y cumplidas por este encuentro.
Lo que escribió después de su regreso a Damieta es significativo en este sentido. Las declaraciones que encontramos en la Regla anterior, en la carta a las Autoridades de los Pueblos, en la Carta a un Ministro o incluso en las Alabanzas al Dios Altísimo, no hubieran sido posibles sin este encuentro y diálogo.
Estos son solo algunos puntos que pueden ser motivo de reflexión y una invitación a estudiar el asunto con mayor profundidad, pero son, sobre todo, una invitación a seguir las instrucciones que Francisco nos dejó en un artículo de la Regla No Bulada: … no se involucre en peleas o disputas, sino que se sometan a todos los demás seres humanos por el amor de Dios, y que se declaren cristianos…¡Que el Señor te dé su paz!
Attilio Galimberti, OFS
Romans VI – Milán