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¡Mis queridos hermanos (y hermanas), el Señor les dé la paz!

Para mí es motivo de gran alegría y un honor compartir con ustedes algunas reflexiones sobre los desafíos que enfrentamos los Hermanos Menores de la Orden y todos los cristianos, mientras luchamos por aceptar las condiciones de lo que significa ser discípulos de Jesucristo, miembros de la Iglesia, de la comunidad humana y portadores de la alegría del Evangelio (Documento final, Capítulo general OFM, 2015). Como lo demuestra claramente el Documento Final del Sínodo de los Obispos titulado “La justicia en el mundo”, del 1971, el discipulado en la comunidad de Jesús y la Iglesia implica necesariamente que adoptemos una comprensión integral de la fe. En 1971, los obispos proclamaron que la justicia es una dimensión intrínseca de la fe, de la evangelización. Mientras algunos en la Iglesia han hecho esfuerzos para debilitar esta declaración radical, un número creciente de cristianos, frailes y otros miembros del movimiento franciscano están abriendo sus mentes y corazones a una visión mucho más amplia e integral de la intersección/confluencia, mejor aún, la inseparabilidad de la fe y el desarrollo humano, la solidaridad y la justicia aplicadas tanto a las realidades sociales como a las naturales.

Los esfuerzos recientes de algunos miembros de la jerarquía y fieles de la Iglesia han tratado de abrir una brecha entre Caritas y Justitia, pero estos esfuerzos han tenido poco éxito satisfactorio. Sin embargo, muchos cristianos, incluidos los frailes y otros religiosos, no reconocen el llamado bíblico y eclesial de abrazar una visión más amplia del sueño de Dios para la humanidad y de las responsabilidades de promover un mundo definido por la práctica de la justicia, la misericordia y la verdad, paz, solidaridad y cuidado del mundo natural, una visión promovida por el Papa Francisco en la encíclica titulada Laudato si’. Espero que lo que estoy compartiendo con ustedes los anime a mirar más allá de los enormes desafíos que tratan de convencer a los creyentes cristianos que luchan por comprender y abrazar la unidad espiritual entre Credo, – yo creo – y Praxis -, por lo tanto, amo.

Cuando se aplica al concepto de una visión franciscana de la naturaleza intrínseca de JPIC que trabaja en la construcción en la construcción de nuestra identidad, el ADN de la identidad franciscana sirve como instrumento para dar forma y expresión a todos y cada uno de los pensamientos, a todas y cada una de las acciones realizadas por los Franciscanos en todo el mundo. Cuando Francisco de Asís se encontró con los que eran socialmente excluidos, con los marginados, con los pobres, los leprosos, reconoció que Dios estaba presente en estos hermanos y hermanas. Por el contrario, cuando se retiraba en soledad para orar y reflexionar sobre su relación con Dios, sentía también la presencia de toda la humanidad y de la creación. especialmente el sufrimiento de la humanidad y de la creación. Es por esta razón que los franciscanos que viven y trabajan en Indonesia, Sudán del Sur, Italia, Canadá, Perú, Polonia, Brasil o en cualquier otra parte del mundo deben tratar de expresar públicamente la verdad de su identidad como Hermanos Menores y como miembros del movimiento/familia franciscana.

Volvamos nuestra atención a algunos desafíos prácticos y muy específicos que enfrenta la Orden de los Hermanos Menores al tratar de comprender e integrar los valores transversales de JPIC en la vida cotidiana, espiritual, fraterna y misionera/pastoral. Lo siguiente no pretende ser exhaustivo sino más bien ilustrativo…