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CARTA PARA LA FIESTA DE SAN FRANCISCO 2019

Queridos hermanos y hermanas, ¡El Señor les dé su paz!

San Francisco después de convertirse al Evangelio tenía como único deseo el de vivir el Evangelio y dar testimonio de él en el mundo. En los capítulos del XIV al XVII de la Regla no bulada podemos constatar las citas que hace él del Evangelio, en donde Jesús envía a sus discípulos (cfr. Mt 10,1-42; Lc 9,1-6; 10,1-20; Mc 6,7-13). Para Francisco, el vivir, el dar testimonio y predicar el Evangelio deberían ser siempre en minoridad, pobreza, humildad y en sumisión a la Iglesia, sin tener nada para sí mismo, para restituirle todo al Señor (cfr. VAIANI. C. Storia e Teologia dell’Esperienza Spirituale di Francesco d’Assisi, p.131). Además, cuando llegaron los hermanos que Dios mismo le dio (cfr. Test 14), Francisco comenzó una vida de fraternidad que hasta hoy es la máxima expresión del carisma franciscano.

Recientemente el Consejo Plenario de la Orden 2018 retomó el concepto de la Fraternidad contemplativa (cfr. El que tenga oídos oiga lo que el Espíritu dice … a los Hermanos Menores hoy, 92-105) e hizo propuestas concretas para vivir y poner por obra esta nuestra forma de vida allí donde estamos, y estar abiertos a las fraternidades internacionales (cfr. Ídem, 140-148).

Junto a este llamado de la Orden, todos nos sentimos interpelados por la Exhortación Apostólica del Papa Francisco Evangelii Gaudium, con la afirmación de que “Todos tienen el derecho de recibir el Evangelio” y “los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie” (EG 14) y con la cita del mandato misionero de Jesús, al que obedece la evangelización: “Vayan por todo el mundo y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que yo les he mandado a ustedes” (EG 19).

Conviene recordar que el mismo San Francisco envió a sus hermanos “de dos en dos” recomendando que anunciaran la paz y la penitencia (cfr. 1Cel 29). Esto confirma la dimensión misionera de nuestro carisma que nos empuja a salir hacia nuestros hermanos y hermanas del mundo entero, llegando a ellos en una forma especial, predicando con nuestra forma de vida y de acción a favor de la reconciliación, de la paz, de la justicia y del respeto de la creación (cfr. CCGG 1,2). Todo esto nos desafía hoy más que nunca en el contexto de la crisis climática y la crisis migratoria en la que vivimos, y la Iglesia nos invita a no quedarnos indiferentes.

El Papa Francisco ha dirigido una mirada particular a la Iglesia en la Amazonía internacional y ha convocado el Sínodo de la Amazonía con el tema: “Amazonía: Nuevos Caminos para la Iglesia y para una Ecología Integral”. En el preámbulo del Documento preparatorio del Sínodo leemos que “La Amazonía es una región con una rica biodiversidad; es multiétnica, pluricultural y plurireligiosa, es un espejo de toda la humanidad que, en defensa de la vida, exige cambios estructurales y personales de todos los seres humanos, de los Estados y de la Iglesia”. También debemos recordar aquí que hay alrededor de 32 millones de habitantes en la Panamazonía (en los 9 países que poseen selva amazónica) y entre ellos hay cerca de 3 millones de indígenas que forman alrededor de 390 pueblos y nacionalidades diversas. Estos indígenas nacieron y se criaron en armonía con la selva y han conservado este equilibrio durante miles de años. “Pero la vida en la Amazonía está amenazada por la destrucción y explotación ambiental, por la sistemática violación a los derechos humanos básicos de la población amazónica” (Instrumentum Laboris, 14).

Nosotros los franciscanos estamos llamados a acompañar con mucha atención este Sínodo que llama a escuchar el grito que se levanta de la Amazonía (cfr. Instrumentum Laboris, 45-46). Queremos presentar aquí los datos recogidos por el Documento preparatorio del Sínodo: “La cuenca amazónica representa para nuestro planeta una de las más grandes reservas de biodiversidad (del 30 a 50% de la flora y fauna del mundo), de agua dulce (20% de agua dulce no congelada de todo el planeta), posee más de un tercio de los bosques primarios del planeta y, aunque los océanos son los mayores captadores de carbono, no por esto debe ignorarse el trabajo de absorción de carbono de la Amazonía. Se trata de más de siete millones y medio de kilómetros cuadrados, con nueve países que comparten este gran bioma (Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam, Venezuela, incluyendo la Guyana Francesa como territorio de ultramar)”. Estamos llamados a empeñarnos, junto con la Iglesia, a entrar en un proceso de conversión ecológica personal y comunitaria, pedida por el Papa Francisco en la Encíclica Laudato si’ (LS 216-221), permitiendo que la fuerza y la luz de la gracia recibida se explayen también en su relación con las demás criaturas y con el mundo que los rodea, y provoque esa sublime fraternidad con todo lo creado que tan luminosamente vivió San Francisco de Asís” (LS 221).

La dimensión eclesiológica de la evangelización misionera, que es propia de nuestra identidad de seguidores del Jesucristo resucitado y de San Francisco de Asís, nos exige ampliar nuestra visión sobre la participación de los laicos en todos los aspectos de la vida de la Iglesia. Como nos recuerda el Papa Francisco, los laicos no son meramente los asistentes de los considerados como clase “primera” o “privilegiada” de evangelizadores. Todos los miembros de la Iglesia comparten las mismas responsabilidades de vivir y proclamar el Evangelio. Por esto, se necesita un radical replanteamiento del modo como organizamos todos los aspectos de la evangelización, y de cómo trabajamos en la información y en la formación para una espiritualidad de ecología integral. La evangelización y promoción humana y ambiental representan dos lados de la misma moneda: “amor a Dios y amor al prójimo”. En esta dirección debemos unir nuestros esfuerzos con los de la región de la Amazonía y con todos los demás que viven en condiciones semejantes, como una manera de encarnar el mensaje de San Francisco de Asís en nuestra vida y en la vida de la Iglesia y del mundo de hoy.

San Francisco vivió realmente la ecología integral, aunque ciertamente en la Edad Media no se usaba esta terminología. El Papa Francisco habla de la ecología integral incorporando las dimensiones humanas y sociales: “ecología ambiental, económica y social” (LS 138-142), “ecología cultural” (LS 143-146) y “ecología de la vida cotidiana” (LS 147-155). Y luego relaciona la ecología integral con el “bien común” (LS 156-158) que exige una ética responsable para respetar los derechos elementales e inalienables de todas las personas con “un llamado a la solidaridad y en una opción preferencial por los más pobres” (LS 158-162). El estilo de vida de San Francisco, que se hizo hermano de los leprosos, de los pobres, de los hombres y mujeres de su tiempo, y de todas las criaturas, lo hizo capaz de vivir integrado en la fraternidad y en el mundo.

El grito de los pueblos amazónicos impacta directamente las acciones ligadas con la ecología. Pero todos debemos recordar que “para promover una ecología integral en la vida cotidiana de la Amazonía, es preciso comprender también la noción de justicia y comunicación intergeneracional, que comprende la transmisión de la experiencia ancestral, cosmologías, espiritualidades y teologías de los pueblos indígenas, en torno al cuidado de la Casa Común” (Instrumentum Laboris, 50). La responsabilidad de la “casa común” se funda en el amor por las generaciones venideras y “debería ser una mirada distinta, un pensamiento, una política, un programa educativo” (LS 111).

A todos los que vivimos lejos de la Amazonía nos llega una llamada importante respecto a lo que proviene de aquella región. La explotación y extracción del oro de los ríos y de otros lugares, producen continuamente destrucción y contaminación del ambiente. Conviene recordar que este metal precioso tan codiciado es también causa de violencia, esclavitud, contrabando, rapiñas y robos en los territorios indígenas. Lo mismo sucede con la madera, extraída ilegalmente de la selva, que, después de pasar por caminos de corrupción, luego llega “legalizada” al mercado internacional. En forma silenciosa se da también la “bio-piratería” que sustrae diversos productos y especies de plantas y animales a la naturaleza, junto con los conocimientos milenarios de los pueblos amazónicos. Muchos otros productos se exportan como mercancías, cuya producción implica la extirpación completa de la selva (cfr. Documento preparatorio).

Sabemos que la Iglesia Católica está presente en algunas partes de la Amazonía desde la llegada de los colonizadores europeos. Todavía hoy la Iglesia sigue siendo una voz profética en la Amazonía. Queremos hacer llegar un agradecimiento especial a los hermanos de nuestra Orden que actualmente viven y trabajan en la Amazonía de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela. Al mismo tiempo pedimos a todos los hermanos de la Orden que sean sensibles al grito de la Amazonía para defender la vida, la dignidad y los derechos de los pueblos amazónicos y también para ser una Iglesia cada vez más presente y con el rostro misionero amazónico, una Iglesia Profética que se enfrenta a los desafíos de hoy (cfr. Instrumentum Laboris, Parte III).

Para todas las informaciones publicadas, visite el sitio web: www.sinodoamazonico.va  

¡Feliz Fiesta de San Francisco!
¡Paz y Bien!

Roma, 29 de septiembre de 2019
Fiesta de los Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael

Fr. Michael Anthony Perry, ofm (Min. Gen.)
Fr. Julio César Bunader, ofm (Vic. Gen.)
Fr. Jürgen Neitzert, ofm (Def. Gen.)
Fr. Caoimhín Ó Laoide, ofm (Def. Gen.)
Fr. Ignacio Ceja Jiménez, ofm (Def. Gen.)
Fr. Nicodème Kibuzehose, ofm (Def. Gen.)
Fr. Lino Gregorio Redoblado, ofm (Def. Gen.)
Fr. Ivan Sesar, ofm (Def. Gen.)
Fr. Valmir Ramos, ofm (Def. Gen.)
Fr. Antonio Scabio, ofm (Def. Gen.)
Fr. Giovanni Rinaldi, ofm (Sec. Gen.)

Prot. 109277