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A todos los Frailes de la Orden de Hermanos Menores

Asís, Italia, a 4 de octubre de 2023

 Queridos hermanos,

¡Que el Señor os dé la paz!

Se acerca nuevamente la Jornada Mundial de los Pobres en su séptima edición, deseada por el Papa Francisco, y quisiera nuevamente poner nuestra atención al Mensaje que el Papa escribió́ con motivo de esta jornada el 13 de junio, durante la fiesta de San Antonio de Padua, hermano y amigo de los pobres. Os invito a leerlo personalmente y en fraternidad, también con nuestros laicos y colaboradores, «para descubrir cada vez más el contenido central del Evangelio» (1).

Francisco en Greccio: ¡Quiero ver la pobreza de Jesús!

Estamos viviendo el Centenario de la Navidad en Greccio (1223-2023), lugar donde Fran- cisco deseaba ver con sus propios ojos la vida “despojada” de Jesús de Nazareth (2), que lo tocó e hirió́ para siempre. En el monte Alvernia cantará “Tú eres la humildad”, porque la vida humilde de Jesús revela al Padre. El domingo de los Pobres precede al domingo dedicado a Cristo Rey del Universo: el Evangelio nos presenta a Jesús que reina desde el madero de la cruz y no desde tronos de presunta gloria humana.

Francisco reconoció́ como un don del Señor el hecho que en la escuela de los leprosos lo que para él era amargo se convirtiera en dulzura. Es natural sentir esa dificultad para acercarse a los pobres y a su difícil situación. No basta con apelar a las capacidades humanas de empatía y solidaridad. Hace falta ese paso que es fruto del Espíritu. Por eso el Papa escribe en su Mensaje que en este domingo «nos reunimos en torno a su Mesa para recibir de Él, una vez más, el don y el compromiso de vivir la pobreza y de servir a los pobres» (3).

Permanecer en el camino para aprender a vivir sine proprio según nuestra profesión y servir a los pobres es fruto de la santa operación del Espíritu del Señor en nosotros (4). La escucha constante de las Sagradas Escrituras, la participación en la Eucaristía, una vida virtuosa en la caridad nos abren a ello. Sin esta dimensión de la fe permanecemos sordos al grito de los pobres o lo convertimos en una de nuestras actividades, lo que a veces pue- de incluso ponernos en evidencia.

Me invito y os invito a todos a verificar desde esta raíz teologal de nuestra vida las formas de servicio a los pobres. La insensibilidad a la llamada de los pobres nos habla de nuestra sordera a la llamada de Dios y viceversa.

Francisco se “regula” con el Evangelio:

¡La Regla y la vida de los Hermanos Menores es ésta!

 Estamos viviendo el Centenario de la Regla (1223-2023), concebida para custodiar celosamente la posibilidad de vivir el Evangelio, que es la palabra “incómoda” por la cual Francisco se abrió́ a Dios, a sí mismo, a sus hermanos, a los pequeños y a los pobres. Éstos no son un apéndice del Evangelio, sino que están en el centro: pensamos en las Bienaventuranzas, en la vida pobre de Jesús y de su Madre, en los pequeños que se le acercan. El Evangelio nos estimula y nos recuerda, como escribe el Papa Francisco, que «vivimos en un momento histórico que no favorece la atención a los más pobres. La llamada al bienestar sube cada vez más de volumen, mientras las voces del que vive en la pobreza se silencian. Se tiende a descuidar todo aquello que no forma parte de los modelos de vida destinados sobre todo a las generaciones más jóvenes, que son las más frágiles frente al cambio cultural en curso. Lo que es desagradable y provoca sufrimiento se pone entre paréntesis, mientras que las cualidades físicas se exaltan, como si fueran la principal meta a alcanzar. La realidad virtual se apodera de la vida real y los dos mundos se confunden cada vez más fácilmente. Los pobres se vuelven imágenes que pueden conmover por algunos instantes, pero cuando se encuentran en carne y hueso por la calle, entonces intervienen el fastidio y la marginación. La prisa, cotidiana compañera de la vida, impide detenerse, socorrer y hacerse cargo de los demás» (5).

Es verdad que el encuentro con las personas que viven en diferentes situaciones de necesidad nos da una nueva luz en la escucha del Evangelio y nos permite perseverar en ese camino de conversión continua que está en el corazón de nuestra vocación. Reconozco con gratitud que entre nosotros hay muchos hermanos y fraternidades comprometidos en el encuentro y el compartir con los “leprosos” de nuestro tiempo.

Al mismo tiempo, debemos revisar hasta qué punto estamos acostumbrados a conocer y comprender las situaciones de los lugares donde vivimos y que afectan a tantas personas, generando desigualdad, pobreza y miseria. Sin este contacto con la realidad que nos rodea, nos encerramos en ambientes que nos alejan de la condición real de las personas. De ahí́ que corramos el riesgo de dar por sentado entre nosotros estilos de vida tan garantizados y autónomos en la gestión del tiempo y de las posesiones que perjudicamos a quienes tienen que luchar por el sustento diario. La opción de vivir sine proprio nos exige hoy una conversión profunda.

Un gesto de minoridad

Por eso, durante esta Jornada, pido a las fraternidades que pongan a prueba su conocimiento del medio ambiente y de las personas entre las que vivimos. Junto a esto os pido que hagáis como fraternidad un gesto de servicio y de compartir con las personas y realidades desfavorecidas. Es un reto, pero es posible. Atrevámonos más, para que podamos ver la pobreza de Jesús y saborear la alegría del Evangelio.

No me cansaré de pedir con vosotros al Espíritu del Señor, Ministro General de la Orden, que reavive la pasión y la alegría de nuestra vocación de hermanos y menores, para iluminar la falta de esperanza que a menudo nos mina. A quien lo desee, os invito a que me contéis el gesto realizado, por escrito, y también con fotos (mingen@ofm.org), como testimonio del bien a difundir.

Queridos hermanos, «estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos» (6).

Con la Bendición de San Francisco y mi fraterno y afectuoso saludo.

Fr. Massimo Fusarelli, ofm

Ministro general y servidor

 

Prot. 112685/MG-85

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1 Mensaje no 1

2 cf. Flp 2,6-8

3 Mensaje no 1

4 cf. Regla 10,8

5 Mensaje no 4

6 Evangelii gaudium, 198